Comparto mi casa con mi hermana y mi abuela de 93 años, a quien llamo Nani. Todos los días, justo después de que ella se levanta y antes de poner los pies en el suelo, Nani toca el suelo con los dedos y luego se lleva los dedos a la frente. Más tarde en el día, una vez que ha terminado con su oración diaria, camina fuera de la casa a un lugar donde puede ver el sol, le ofrece agua y cruza las manos con deferencia.
Casi todo lo que hace durante el transcurso de un día normal está impregnado de reverencia y consciencia. Durante la última década más o menos, los conceptos de gratitud y la atención se han convertido popular entre los millennials como yo, y sin embargo, aquí está mi abuela, un ejemplo vivo de practicarlos a su manera personal durante más de 80 años (sin darle importancia).
Nani es casi seis décadas mayor que yo, por lo que, naturalmente, hay una gran diferencia entre su estilo de vida y el mío. Hasta hace poco, no me había dado cuenta de las inspiradoras prácticas diarias de mi Nani; solo debido a los bloqueos en los últimos dos años he podido observarla de cerca.
He notado que ella no valora la multitarea y en cambio cree en enfocarse en una tarea a la vez y hacerla lo mejor que pueda. Ella también expresa constantemente su agradecimiento. Nani da las gracias antes de llevarse el primer bocado de comida a la boca. Y por la tarde, justo cuando se pone el sol y se enciende la primera lámpara, vuelve a juntar las manos en gratitud por tener acceso a una fuente de luz y calor.
Es una persona profundamente religiosa y mucho de lo que hace proviene de sus creencias. Considera a la Tierra una diosa y al sol un dios. En muchas culturas del sur de Asia, se le enseña a nunca poner los pies sobre algo que adora, por lo que su ritual matutino, por ejemplo, es un acto de agradecimiento a la Madre Tierra. También hay connotaciones religiosas similares a sus otros actos, pero despojados de su piedad, creo que cada uno de ellos es un simple acto de atención plena. Son devoluciones de llamada al momento presente, un recordatorio para aquietar la mente y observar las transiciones naturales a lo largo del día: noche a mañana, luz del día a la oscuridad, o incluso la transición de la comida frente a ti convirtiéndose en alimento para tu cuerpo. Sus acciones, vinculadas a estas transiciones naturales en el día, también le dan un momento para agradecerlas.
Cuando le pregunté por primera vez dónde aprendió estos hábitos, dijo que los ha estado practicando desde que tiene memoria. Tal vez lo aprendió al observar a sus mayores, algo que también estoy tratando de hacer ahora. La principal lección que aprendí al observar a mi abuela es que podemos incorporar la atención plena y la gratitud en nuestras vidas simplemente entretejiéndolas en nuestras rutinas diarias preexistentes. La atención plena no se puede imponer; proviene de convertirlo sin problemas en parte de su vida. Viene de la consistencia, y si tienes suerte como yo, viene de observar a un ser querido viviendo su vida con intención.