Primero nos dijeron que el dinero no puede comprar la felicidad. Pero resulta que puede ser algo así como: personas que tienen suficiente dinero para vivir un estilo de vida cómodo y que no se preocupan por cosas básicas como el alquiler, la comida y las facturas médicas. informan ser más felices que aquellos que no. (No es una gran sorpresa allí.) Más allá de eso, la ciencia nos dice que estás es mejor gastar su dinero en experiencias que en cosas, porque te harán más feliz a la larga. Pero eso también está un poco mal.
Una nueva investigación, buenas noticias para personas como yo que pueden renunciar a una noche o unas vacaciones para poder permitirse ese sofá o esa alfombra, muestra que tener cosas te hace feliz. Es solo un tipo diferente de felicidad.
Dos investigadores canadienses, curiosos sobre la relación entre la forma en que gastamos nuestro dinero y nuestra felicidad resultante, establecieron un diferenciación entre el tipo de felicidad que sientes al reflexionar sobre tu vida y el tipo que sientes mientras estás en el proceso de viviendolo. Afirmaron que, si bien tener grandes experiencias como unas vacaciones fantásticas o ir a un gran restaurante podría producir momentos de profunda satisfacción en momentos de reflexión, tener cosas bonitas también podría hacernos más felices en lugares más pequeños y diurnos. formas.
Para probar esto, interrogaron a un grupo de estudiantes universitarios (siempre son estudiantes universitarios) sobre los regalos que recibieron en la temporada de vacaciones en 2014. A algunos participantes en el estudio se les preguntó sobre un regalo físico que habían recibido: otros, sobre un regalo relacionado con la experiencia, como entradas para conciertos o un certificado de regalo para un restaurante. Hasta cinco veces al día, se preguntó a los participantes del estudio cuánto contribuía su regalo a su felicidad y si lo estaban usando en ese momento en particular.
Los resultados: los estudiantes que recibieron dones experimentales informaron sentimientos más profundos de satisfacción con sus dones, pero también informaron tener estos sentimientos con menos frecuencia. Los objetos materiales, por otro lado, produjeron pequeños estallidos de felicidad de manera más consistente.
La conclusión es que no necesariamente debe sentirse mal por gastar dinero en ese par de zapatos o ese sofá. Si obtener la mayor satisfacción por su dinero es su objetivo, comprar algo bueno puede ser igualmente efectivo como hacer algo bueno, siempre y cuando sea algo que realmente usarás (o al menos pensarás) de forma regular base.